Nuestros ancestros indigenas no eran monarcas.
Ante la deprimente situación socio-política que estamos viviendo actualmente en México, la única solución que podemos tener para verdaderamente avanzar en el camino del progreso y bienestar no es por medio de un partido político, o imitando sistemas políticos de otros países, sino solo regresando a nuestras raíces indígenas. Las mismas raíces que alguna vez elevaron a la cúspide los niveles de sociedad, llevando a materializar un verdadero bienestar. Nuestros gobiernos indígenas, y por ende nuestros antiguos gobernantes, fueron un elemento imprescindible para el florecimiento de un progreso palpable y no ilusorio como el de la actualidad. Así podemos llegar al pensamiento de que mas allá de tal o cual gobernante, o de alguna nación indígena en particular, fue su sistema socio-político engeneral el que sí funcionaba apropiadamente en contraste con el actual sistema occidental deficiente y repleto de fallos. En el contexto educativo y formativo actual, y como resultado de una rampante ignorancia sobre nuestro pasado, muchos podrían formular los siguientes cuestionamientos: ¿Porqué regresar a un pasado monárquico, autoritario, y despótico? ¿Porqué regresar a un imperialismo cuando ahora estamos saboreando "las mieles" de la democracia? ¿Porqué retroceder a un pasado lejano y anticuado? ¿Por qué debemos regresara los tiempos en que nos regían reyes opulentos y reinas caprichosas,cuando ahora nos rige un "estado de derecho" liderado por su paladín el "señor" presidente?
La respuesta a todas esas preguntas es la menos esperada, por culpa de un desmedido enajenamiento de los medios y una venenosa educaciónpositivista. No por culpa de la pobre gente, dicho sea de paso. La respuesta a esas cuatro típicas preguntas no existe. Dicho de otra manera, más entendible, y menos grosera: nosotros no podemos dar respuesta a tales cuestionamientos porque eso no es lo que estamos pidiendo. Al momento de decir que el único camino para salir de nuestros problemas y dirigirnos a un estado de bienestar es el regresar a nuestras raíces indígenas, nunca menciono monarquías, reyes, reinas, o emperadores. Ni siquiera algo remotamente parecido, pues tales formas de gobierno, como la monarquía, no existían en éste, nuestro Viejo Mundo. Allá, en el Nuevo Mundo, en Europa, y anexos, si existía la monarquía desde tiempos inmemorables. Incluso actualmente siguen apareciendo en escandalosas revistas de corazón.
Tras la invasión española, y el subsiguiente holocausto sistemático, hoy conocido como la "Conquista Española" o "Encuentro de dos mundos", los europeos escribieron extensas crónicas sobre la vida de nuestros gobernantes. Al menos aquellos letrados o interesados, que no es lo mismo. Como los escritores hispanos conocían a la monarquía como la forma de gobierno política preponderante y de facto en su mundo, asumieron, inocente o malamente, que nuestros ancestros indígenas también eran reyes y reinas como sus gobernantes. Y a pesar de que los españoles mismos relataban sobre una cuasi-democracía que existía en algunas de nuestras naciones indígenas, incluyendo Mexíco Tenochtítlan, no la entendieron y tan solo la minimizaron. Magnificando, en cambio, el supuesto poder absoluto, que de igualmanera, tampoco comprendieron. Cosa muy lógica, pues a pesar de todo, eran mundos ampliamente distintos. Y que además no tenemos, ni debemos detenernos con los hispanos, pues tan solo eran extranjeros, bueno o malos, bonitos o mal olientes, con alta tecnología o meros piratas, pero eran foráneos.
Con los que si deberíamos estacionarnos, analizarlos, y en muchos casos recriminarles, sería a los historiadores y escritores mexicanos. Algunos de ellos vivieron durante tiempos de la colonia, los cuales fueron propagando como merolicos las ideas o escritos de los hispanos. Entre historiadores como intelectuales mexicanos ha existido un desmedido amor por lo extranjero, en especial lo hispano.Eso, aunado con el síndrome de la mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, es lo que yo denominó como la inercia colonialista. Dichos ecos sobrevivieron, más fuertes que nunca, durante los siglos XIX, XX y el actual XXI. A tal grado que dichas falacias se convirtieron en una venenosa historia oficial. Durante los regímenes presidenciales, copia, por cierto, del monárquico presidencialismo estadounidense, era conveniente sepultar en los libros a nuestros ancestros indígenas como una civilización primitiva. A nivel antropológico, las sociedades primitivas tienen por características tener una población expuesta a los elementos, una religión politeísta (repleta de una marabunta de dioses y diosas), y poseer un gobierno teocrático (donde el sacerdocio gobierna) o una monarquía (donde el rey o la reina gobiernan). ¿Te suena familiar dicha descripción? Es la misma descripción que dan los actuales historiadores mexicanos de nuestro pasado indígena. Descripción por demás errónea e históricamente incorrecta.
En un afán de humillar a la alta civilización de nuestros ancestros indígenas, los Viejos Abuelos, los ilustres intelectuales como Enrique Krauze han vertido su ponzoña de desinformación. Pues aseguran, sin bases, que nuestros ancestros eran monarcas y emperadores. Sin embargo en las lenguas indígenas, como el nahuatl o el maya, no existen palabras que traducidas al español signifiquen "rey" o "emperador". En la misma historia oral no se guarda testimonial de reyes o mandatos monárquicos. Es mas, no todoslos españoles les llamaban reyes per se, pues se referían a nuestros gobernantes con la palabra de los indígenas caribes "cacique", que igualmente significa gobernante.
Tan solo tomemos la lengua nahuatl. Popularizada durante los tiempos de Tezozomoc de Atzcapotzalco y Techotlalla de Tetzcoco, el altiplano central tuvo al nahuatl como lengua franca (algo así como hoy es el inglés internacionalmente hablado en el mundo, o el latín en el Imperio Romano). La palabra en dicha lengua nuestra para referirse al gobernante era "tlahtoani". Las palabras en nahuatl tenían dos significados, el literal (a la letra) y el metafórico (en sentido figurado o casi poético). Tlahtoani significaba literalmente "portador de la palabra" en español. Aunque su traducción en inglés, "speaker", es la más parecida. Era por tanto el hablante, el que pronunciaba la palabra. La palabra en aquellos tiempos era lo que hoy podríamos considerar como el conocimiento y sabiduría de un pueblo o nación. Cuando un pueblo dejaba de estar en silencio, para tener palabra, tenía que existir la figura del que llevara dicha palabra por todos, y para todos. Porque también de aquel gobernante se decía, a pesar de ser hombre o mujer, que era al mismo tiempo padre y madre del pueblo. No era rey, monarca, dictador, presidente, primer ministro, o cualquier figura parecida o derivada. Era una persona elegida, escogida entre los mejores, para ser el padre y la madre del pueblo. Un cargo demasiado importante, y no tomado a la ligera, pues al ser padre y madre, y portador de la palabra, todas sus acciones repercutían en su pueblo. A la vez, todo lo que el hiciese era imitado por el pueblo, pues el mejor ejemplo a seguir… porque recordemos que fue escogido de entre los mejores.
La imagen dictatorial y todo-poderosa de los gobernantes indígenas o nahuatlacos (de habla nahuatl o de origen de Chicomoztoc) es destrozada al conocer el noble y muy humilde corazón que poseían nuestros antiguos gobernantes. Dado que no existía un sistema económico basado en moneda, la corrupción y las ansías del poder no existían. No había locura por el poder como ahora sufrimos la infrenable pandemia. Al contrario, cuando una persona era elegida como gobernante, como tlahtoani, era un tanto reacio en ocupar dicho lugar. Tras ser elegido, por lo general siempre decían que aceptaban el mandato solo por venir del consejo de ancianos, de otra manera nunca tomarían el poder por el poder. Siguiente, se efectuaba la hermosa ceremonia de nombramiento. El inaugurado se inclinaba, desnudo, mirando hacía abajo, a la tierra, dentro de un templo. Los sacerdotes daban oraciones por el nuevo tlahtoani, mientras que él contestaba que solo era estiércol y hombre de poco valor, razones por las cuales no merecía tan importante puesto. Esa ceremonia se hacía hacia Yayauhqui Tezcatlipoca, el espejo humeante, que es aquel reflejo de nuestro enemigo interno. El inaugurado declaraba una guerra a sus enemigos internos. Por ello tanta humildad, subía a un puesto que él pensaba era demasiado para él. Por resultado, era un gobernante servil con el pueblo, pero duro contra los enemigos externos.
En contraste hoy, tenemos una ceremonia en que el presidente pomposamente se coloca la banda presidencial sobre su hinchado y orgulloso pecho. "Yo me lo gane!" Dice dicho presidente, usando a la enclenque democracia para saciar su hambre de poder. Bombos y platillos revientan mientras el presidente sale, entre nubes de grandeza y gloria, como cualquier monarca europeo.
La humildad también existía entre los mayas, los zapotecas, los mixtecos, p'urepecha, toltecas, y demás pueblos. En el caso de los mayas, se le nombraba al gobernante como el "ajaw" (también escrito como "ahaw", "ajau", "ahau"), que significaba "señor". Titulo que usaban tanto los hombres como las mujeres. No era un titulo nobiliario. Era la designación de quien era el que estaba a cargo. Pues dicho "señor" era al que el pueblo seguía e imitaba sus acciones, valores, y costumbres. Todo aquello que hiciese el ajaw era igualmente igualado por sus ciudadanos. Si él o ella pensaban en hacer algún ilícito, sabían muy bien que todo el pueblo querría hacerlo, y moralmente nunca se lo podría prohibir pues ellos eran los que daban el ejemplo.
Hoy los hombre (y mujeres) del poder tienen grandes ambiciones por sus primos y hermanos incómodos, ligas, por Las Vegas, por mansiones en Miami, propiedades en Punta Diamante, ranchos en Guanajuato, cuentas bancarias en Suiza, hasta por lucirse todo para salir en la revista del momento con su nueva pareja. ¿Ese es el ejemplo que dan los demócratas de hoy en Mexico? ¿Para eso prostituyen a su susodicha democracia? Para el poder, por el poder.
No tenemos que pensar mucho para descubrir porque la sociedad mexicana esta tan desintegrada en su núcleo familiar, tan violenta, tan corrupta, y estructuralmente débil. El mismo sistema se esta autodestruyendo.
Nuestros ancestros indígenas sabían muy bien que dichos excesos de riquezas mercantilistas y el desproporcionado poder terrenal era tan solo el inicio de la descomposición social. Y por tanto, el fin de la palabra, de la sabiduría y el conocimiento, el inicio de la pobreza ,y el enmudecimiento de todo un pueblo, para sumirse en el frío oscurantismo.
Los sistemas monárquicos no se comportan de esa manera. Pues siempre buscan sembrar las debilidades de un pueblo, para así controlarlo eficazmente. Nuestros ancestros indígenas tenían una alta honradez, una humildad extraordinaria hoy ya no vista, y un gigantesco corazón humano. Para nuestros Viejos Abuelos el buscar el poder a toda costa sería el equivalente para nosotros hoy salir desnudos a la calle, y bailar. A ellos les avergonzaba tanto, a tal extremo, el ocupar un cargo de poder, pues no estaba en su naturaleza, no era parte del sistema y de sus tradiciones. Hoy el pudor, implementado por las alas moralistas de la derecha hacen que hoy sea difícil tener fiestas callejeras con personas en cueros. A tal grado era su humildad, no era algo puesto a la fuerza, sino que emergía con naturalidad y sinceridad. Claro que existían sus excepciones (como también las hay con aquellos que luego andan desnudos en la calle corriendo). Excepciones siempre van a existir.
Pero lo que no puede forzarse a que la gente crea a base de engaños venenosos es que nuestros ancestros indígenas eran monarcas, porque no es cierto. Ningun tolteca, mexica, mixteco, chalchihuite, itza, tuvo monarcas. El hecho de nombrarlos "emperadores aztecas" o "reyes mayas" debe terminar tajantemente. Y si no lo hacen los intelectuales y poderosos, nosotros debemos hacerlo. En nombre de nuestros ancestros indígenas, de aquellos cuya sangre llevamos. Su memoria debe perdurar, sobre todo como en verdad fueron. Su herencia debe recuperarse, pues ese legado es nuestro, y debemos recuperarlo. Porque el unico camino para nosotros, en Mexico, no es ni la izquierda ni la derecha, es la Anahuacayotl. El implementar los ideales de Quetzalcoatl, Netzahualcoyotl y Cuauhtemoc el Grande.
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