Cuatro años han pasado, desde que desperté del atrofiante letargo cultural que vivía, inmerso en un pantano educativo occidental deprimente. Todavía recuerdo con mucha nostalgia el día que por primera vez la luz del saber antiguo entró a mis ojos, cincelando en mi mente los pueblos, personajes, batallas, poesías, manifestaciones artisticas y religiosas de nuestra patria indigena. Tras un brevísimo periodo de renuencia, muy normal comportamiento cuando a una persona le mueven todo su mundo, finalmente exclamé: ¡Perdido estaba en la penumbra! Me impresionó la gran cantidad de información de nuestro pasado, de nuestra memoria histórica, que simplemente desconocemos. Sabía que esta herencia que aguardaba a ser descubierta por siglos no debía terminar conmigo, archivada en algun cajón entelerañado. Tenía que salir a la luz, a los ojos de todos los descendientes indigenas. De todos nosotros que por nuestras venas corre la sangre del Anahuac. De antemano percibía que la tarea no sería para nada sencilla. En especial cuando iba a entregar una herencia a gente que no comprendería lo que les daría. Aún así, lentamente la gente esta despertando de este brutal desconocimiento de nuestra cultura, amarrados de las manos por un sistema social colonial disfrazado de la ultrajada democracia y un burdo sistema educativo occidental positivista.
Chicos y grandes han de alguna forma u otra comprendido lo que intento hacer, el rescate de nuestra cultura. Aquella que es nuestra, y no impuesta. Intentando recuperar nuestro rostro propio, en vez de enmascararnos con etiquetas de "latinos" o "hispanos", como si fuesemos blancos. De conocer a nuestros heroes indigenas nuestros, en vez de idolatrar a personajes muchas veces inventados por la historiografía moderna. Pero los que menos entienden sobre esta busqueda del conocimiento de nosotros mismos tienden a ser personas de mayor edad o edad madura. Personas que en muchos casos tienen un lugar en la sociedad o en algún nicho por su experiencia y sapiencia en su susodicha rama. Esto, claro, de acuerdo al actual sistema social decadente en el que continuamos esclavizados. En el momento que entran en contacto con la información que yo divulgo sobre nuestras verdaderas raíces, tienden a escudarse tras sus "logros en la sociedad" o le intentan buscar tres pies al gato. No todos los de su edad son iguales, solo algunos, y por lo general los supuestamente mas influyentes. Estas personas son basicamente mayores de cuarenta o cincuenta años. Ellos serían los que nuestros ancestros reconocerían como los viejos, los de mayor edad, los respetables por su palabra de sapiencia. Pero por causa del holocausto sufrido desde la conquista española, estos hombres y mujeres clave en la sociedad solo sirven al occidentalismo para el bombardeo constante de la desinformación cultural y social que vivimos.
Los maravillosos tiempos dorados para nosotros fueron antes de que arrivaran los europeos a destrozar nuestro sistema sociocultural. Alguna vez estuvimos en la cuspide, con una hermosa sociedad donde no existía el crimen, la incultura, la hipocrecia o la mentira. Era una sociedad que funcionaba, trabajaba, donde su mecanismo no tenía espacio para atorones o retrocesos como en la actualidad. La cultura empujaba esa sociedad nuestra, pero los viejos eran los que la empujaban. Sin los viejos, nunca hubieramos llegado al esplendor vivido por los teotihuacanos (otomies), mayas y zapotecas.
Su palabra era para recordarse. Tan importante lugar tenía la palabra de los viejos en la antigua sociedad indigena del Anahuac, que tenía misma equivalencia a la palabra religiosa o la de los libros. Se le conocía como la huehuetlatolli. A traves de la huehuetlatolli expresada por los respetables viejos es que se daba continuidad a los valores, enseñanzas, formas de comportarse, civilidad; todo lo que daba forma y movimiento a la pujante sociedad indigena de Anahuac. La responsabilidad que recaía en los viejos era mucha, pero con exito siempre sacaban adelante a su sociedad. Tal era el peso de los viejos y su huehuetlatolli, que inumerables veces eran consultados por los gobernantes. El tlahtoani en turno, en caso del altiplano, o cada ajaw, en caso del Mayaab', siempre pedían permiso o aclaraban sus dudas en el consejo de ancianos. Esta es la razon de porque en Anahuac, incorrectamente llamada Mesoamerica, no existían los reyes. Pues estos gobernantes, por mas poderes hereditarios o nobiliarios que tuviesen, siempre realizaban sus trabajos gubernamentales guiados por el consejo de ancianos. En algunas ocasiones no eran de tan grande edad, pues en algunas ocasiones hombres de edad madura ingresaban a este consejo, un caso fue el de Motecuhzoma Ilhuicamina. Por esto, yo defino por edad al viejo de los cuarentas o cincuentas hacía arriba.
En otros casos, los antiguos viejos asumían cargos de importancia para la difusión del saber. En el caso de los p'urepecha de Michoacan, existía la figura del petamuti. El petamuti era aquel que platicaba en los patios de los templos a la gente sobre conceptos religiosos y pasajes de la historia. En otras palabras, el petamuti era el vehiculo de conducción y conservación de la memoria historica p'urepecha. Entonces podemos decir que los viejos en nuestros tiempos antiguos eran los guardianes del saber, aquellos que no temían o envidiaban al compartir su saber con los de menor edad. Esos eran los viejos de antes, los que no evitaban que su saber, mucho menos celosamente se apartaban de la brecha generacional.
Hoy la situación es distinta. Desde 1521 comenzó un proceso de destrucción de nuestras raices. Durante el holocausto que vivimos en la conquista española, por ordenes del asesino en masa, Hernan Cortez, nuestros viejos sabios fueron amarrados y arrojados a los perros europeos para ser devorados vivos. Así fue como terminaron nuestros amados viejos, descuartizados por los dientes de los hambrientos canes en las afueras de Coyoacan. Pero los occidentales no pararon ahí. De raíz incineraron todo nuestro saber, dejandonos sin nada, en completa obscuridad. En un cerrar de ojos nos hallabamos desnudos, sin saber quienes eramos o a donde ibamos. Con el pasar de los siglos, y al irnos acostumbrando al ritmo de vida occidental o europeo, nos enajenamos por el deseo de alcancer a ser como los blancos europeos, aunque fuese tan solo en el escalon mas bajo de la blancura. De ahí nos nombramos latinos e hispanos, algunas veces iberoamericanos, y actualmente mestizos. Conforme transcurria el tiempo, los nuevos viejos ya no eran como antes, sino que se habían vendido a los equívocos ideales europeos. Ese pensamiento perduro entre los viejos hasta el día de hoy, donde por inercia historica, continuan con una mentalidad confusa sobre el destino de nuestra sociedad. Intentando emular a los blancos, los vemos como se fanatizan en las plazas de toros, escuchando tangos, y enarbolando la cultura clasica europea como la única y verdadera. Intentan ser algo que nunca seran, y en el proceso dañan con sus ideas confusas a la sociedad. ¿Cual podría ser el resultado de la falta de cordura y visión entre los viejos de hoy en dia, las eminancias notables de la sociedad de hoy?
La respuesta la podemos observar en la misma decadente sociedad mexicana, ausente de valores y rumbo. Por el oleaje de los vicios materialistas, los cimientos de nuestra sociedad se tambalea peligrosamente. Ya hemos presenciado en esta u otras ciudades como esta a punto de colapsar el status quo. Ya no es sostenible continuar viviendo sin la guia y recomendaciones de los viejos, pues los viejos de hoy en dia no tienen nada que decir. En un mundo donde brota la televisión, el materialismo, la ignorancia y el odio, los viejos, los hombres importantes de nuestra sociedad simplemente no tienen con que dirigir o confortar. El apocaliptico día ya ha llegado... el día en que los viejos callaron.
Lamentablemente ellos mismos, personas claves en los medios y sociedad, no se percatan que a pesar de hablar mucho, no dicen nada. La voz de los viejos murió durante el siglo maléfico siglo XX, pero no por eso murió nuestra patria o memoria historica. Pues a pesar de los que puedan decirnos estas personas sobre la mexicanidad y el respeto, sus palabras quedan en el aire, no permean. La razón es porque no hemos resurgido a nuestra hermosa patria verdadera, Anahuac, la que fuese semillero de poetas y artistas, de la medicina y la ingenieria... la que fuese nuestro lugar de nacimiento como raza. Y ese renacimiento no lo harán nuestro actuales viejos, pues ellos renuentemente tienen su mente y corazon en la cultura occidental. Cuando llega un joven a platicar sobre el conocimiento ancestral, con caras lo reciben, pues saben dos cosas:
Una es que nunca pudieron abrir sus ojos a nuestra antigua pero verdadera cultura.
Y otra es que no querían abrir sus ojos a nuestra cultura. No podían, y no querían saber nada de nuestro legado indigena. Ahora, teniendo puestos claves en la actual sociedad decadente, miran con desprecio al joven que trae a ofrecer la antigua palabra de los viejos. ¡Un joven ahora tiene que dar la huehuetlatolli! Dadas las circunstancias medievales en que nos encontramos, el conocimiento antiguo fue perdido por los viejos y ahora el joven será quien enseñe a los grandes. ¡Pues los viejos han callado! Y así con el pasar del tiempo, transcurriendo varias generaciones, finalmente los viejos vuelvan a su cordura, y logren poner su mente y corazón en nuestra preciosa patria única y verdadera, Anahuac. Porque así como calló el viejo, volverá a hablar si no es por el joven.
¿Donde estan aquellos viejillos patrioteros
que a todas voces gritan por su patria?
pero al recordar a nuestros heroes
cuya sangre indigena llevamos
voltean al otro lado soberbios
entonando a curas españoles
a vandalos revolucionarios
cuando nuestros Viejos Abuelos fueron
y serán los unicos que nos dieron Patria
la bella y verdadera Anahuac.
que a todas voces gritan por su patria?
pero al recordar a nuestros heroes
cuya sangre indigena llevamos
voltean al otro lado soberbios
entonando a curas españoles
a vandalos revolucionarios
cuando nuestros Viejos Abuelos fueron
y serán los unicos que nos dieron Patria
la bella y verdadera Anahuac.