Conocidísimo fue en toda la antigua Anahuac, e incluso hoy es del que más se sabe popularmente. Tlaloc y Huitzilopochtli fueron tan estimados por importantes con los mexícas tenuchcas, que el huey teocalli, el templo mayor, fue dedicado a ambos. Al agua y la guerra. Hubieron muchos, pero Tlaloc no solo es de los más antiguos, sino de los que estaban siempre presentes en todo arte cultural de los pueblos del Anahuac.
Llamado Tlaloc o Tlaloc tecuhtli en nahuatl, la lengua franca del año 1000 al 1521. Pero se lo conocía bajo otros nombres. Con los mayas era Chaac. Entre los Otomíes o Hñahñu, era Muye. Para los zapotecas o ben zaa, era Cosijo. Y con los mixtecos era Dzahui. En todos esos pueblos también se le hacían merecidos templos, principalmente en las cimas de los cerros y montañas.
Cuentas las crónicas que Tlaloc tuvo como primer esposa a la hermosa Xochiquetzalli, de belleza incomparable en este universo. Aparte de ser la energía de la belleza, también lo era del amor y las flores. Al ver Tezcatlipoca, el espejo humeante, la irresistible hermosura que irradiaba Xochiquetzalli, decidió raptarla, alejandola de su esposo Tlaloc para siempre. Xochiquetzalli sería la nueva esposa de Tezcatlipoca, hasta el fín de los tiempos.
La segunda esposa de Tlaloc, el que se extiende por la tierra, sería Chalchiuhtlicue. Ella era la manifestación energética de los rios, arroyos, lagos, marismas, estanques, todo lo relacionado con las venas de nuestra madre tierra. Chalhiuhtlicue actualmente continua como la esposa de Tlaloc, y ambos residen en el paradisiaco Tlalocan, comparable cristianamente con el paraiso o el eden de los judios.
Hay una historia que cuenta que propio Tlaloc robó el maíz que celosamente guardaba Quetzalcoatl, la naturaleza, y se entregó al mundo.
Así Tlaloc se dedica, desde el Tlalocan, uno de los cielos superiores, a bendecirnos con la lluvias tan necesitadas en los campos y milpas, o maldecirnos con el granizo, hielo, centellas y tormentas que destruyen no solo los cultivos sino nuestros hogares y poblados. Los temibles truenos que escuchamos escapar de entre las negras nubes cuando llueve, son obra de Tlaloc. El gran Tlaloc rompe gigantescas ollas de barro rellenas de agua. Al romperlas nos vierte el agua hacía nosotros, y por ende escuchamos el fuerte sonido retumbar por todos lados. Esos truenos son las ollas romperse, y a veces son tan poderosos golpes acestados por Tlaloc, que se irradia gran luminosidad.
Pero Tlaloc no esta solo. Tiene una cantidad inumerable de acompañantes, los cuales obedientemente realizan las labores encomendadas por su señor. A estos seres se les conoce como Tlaloques. Son pequeños en comparación con el poderoso Tlaloc. Cuando hay labores donde se necesiten a los tlaloques, Tlaloc los manda a lanzar granizo para quemar las cosechas, lanzar rayos para matar a alguien, o enviar agua en lugares secos.
La Dualidad es la que gobierna nuestro universo, es Ometeotl, también conocido como Dios. Dicha dualidad también esta presente en las ramificaciones de Ometeotl, dicho ejemplo se puede aplicar a Tlaloc. El importante Tlaloc realiza tanto el bien como el mal. No se le puede juzgar por ello, al final es una energía superior a nosotros. Esa mecanica de algunas veces hacernos bien, y otras el mal, obedece a las leyes universales. Sin esa bella dualidad del bien y el mal, no funcionaría este universo. Porque así como existe lo mojado, existe lo seco. Al igual que existe la abundancia de alimentos, como la sosobra de la sequía. Tlaloc funciona con estas leyes duales. Y por eso su importancia se eleva mas, porque él suministra el agua, el liquido vital para la humanidad. Pero si así lo desea, nos lo puede quitar, y nos puede dejar morir de hambre a nuestro ganado y a nosotros mismos.
El rostro de Tlaloc es el mas reconocible de todas las energías del Anahuac. Su rostro esta totalmente conformado por divinas serpientes. En sus ojos, las serpientes forman circulos a manera de gogles, rasgo inconfundible de Tlaloc. El señor del Tlalocan aparte tiene formada una boca de donde salen amenazantes colmillos apuntando hacía abajo, hacía nosotros. Todos estos magnificos simbolismos, metaforas divinizadas. Las serpientes por un lado representan el agua. El que tenga serpientes por rostro le da la calidad poetica de mando sobre el agua. La serpiente no era maligna como se cree en el cristianismo, mas bien es el animal mas hermoso y sabio que pueda existir. Nunca se verá tropezar. Por el otro lado tiene esos filosos colmillos, otro rasgo visible de Tlaloc en codices y estatuas. En este caso simbolizan el poder destructivo del que es capaz el gran señor Tlaloc de desatar. Con esos mismos colmillos puede destruir nuestras sementeras, nuestras residencias o incluso a nosotros mismos.
¡La dualidad siempre presente y omnipotente!
La vida, el agua: las serpientes.
La ira, el castigo: los colmillos.
¡Oh Tlaloc, que en tus manos estamos!
Sus templos se ubicaban en las altas montañas por razón de estar tan cerca a las nubes, de donde muchas veces se avisoraban las lluvias y tormentas. Desde Mexico hasta Guatemala, El Salvador, Belize, Honduras, siempre presente estuvo Tlaloc en la cultura y religión. Desde los mas humildes campesinos macehuales hasta los más poderosos hombres de alto linaje, todos pedían y se encomendaban a Tlaloc, el gran señor del Tlalocan. Esto por razón muy importante y elemental, él proveía el agua necesaria para los alimentos, sustento de nuestro cuerpo terrenal.
¡Ah! Ve a todas partes.
!Ah¡ Ve, extiendete en el Poyauhtlan.
Con sonajas de nieblas
es llevado al Tlalocan.
Extracto del himno a Tlaloc. Tlaloc Icuic.
!Ah¡ Ve, extiendete en el Poyauhtlan.
Con sonajas de nieblas
es llevado al Tlalocan.
Extracto del himno a Tlaloc. Tlaloc Icuic.